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miércoles, octubre 31, 2007

Tragedias laborales - Alberto Begné Guerra

Tragedias laborales
Alberto Begné Guerra
31 de octubre de 2007
Una empresa privada. Una empresa pública. En los dos casos trabajadores mexicanos víctimas de la negligencia y de la corrupción, de estructuras sindicales que no defienden los más elementales derechos de sus agremiados, de una muy deficiente regulación y supervisión de las autoridades. El año pasado, el 19 de febrero, diversas explosiones en la mina Pasta de Conchos, de la empresa Grupo México, cobraron la vida de 65 trabajadores. Hace unos días, 21 trabajadores de Pemex perdieron la vida tras un siniestro en plataformas petroleras en la Sonda de Campeche. En el fondo, lo que revelan estas dos tragedias es un ominoso desprecio por las condiciones de trabajo y la seguridad de los trabajadores en nuestro país, particularmente en actividades que entrañan riesgos evidentes para su salud e integridad física.
¿Quiénes son los responsables? ¿Quiénes hicieron mal las cosas que tenían que hacer o quiénes dejaron de hacer lo que les correspondía? Estas dos desgracias han dado lugar, como suele suceder en estos casos, a todo tipo de acusaciones o imputaciones. Hay investigaciones abiertas, hay procesos en curso y deben, por supuesto, fincarse responsabilidades y establecerse sanciones. Pero lo cierto es que los daños son irreparables: vidas truncadas, familias destruidas, pérdidas humanas que debieron evitarse.
La exigencia, en todo caso, no sólo radica en garantizar los derechos de los deudos, sino sobre todo en erradicar los vicios y las prácticas que impiden el cumplimiento de una función básica de las autoridades, los patrones y los sindicatos: garantizar las condiciones adecuadas de seguridad para todos los trabajadores.
El caso de la plataforma Usumacinta y la muerte de los trabajadores que laboraban en ella ilustran con nitidez la concurrencia de muchos y de muy diversos actores que, en distintas medidas, comparten la responsabilidad por lo acontecido. Según la información que se ha dado a conocer hasta ahora, sobre todo proveniente de los trabajadores que sobrevivieron al siniestro, podría haber omisiones del Servicio Meteorológico Nacional y de la Capitanía de Puerto, dado que la entrada del frente frío que provocó el mal tiempo y la fuerte marejada se pudo prever al menos un día antes, lo que hubiera permitido una evacuación ordenada y auxiliada.
Está también la probable responsabilidad de la empresa propietaria de esa y otras plataformas, denominada Perforadora Central, SA de CV, pues además del presunto incumplimiento de las normas que debe observar en materia de capacitación y previsión, al parecer no atendió alertas que, de haber sido atendidas, también hubieran permitido una evacuación oportuna y segura. Y están, desde luego, las autoridades y el sindicato, pues todas las evidencias indican que los equipos de salvamento se encontraban en un estado tal que, sencillamente, no sirvieron al propósito para el cual están: poner a salvo a los trabajadores cuando fenómenos naturales y accidentes como los que ocurrieron los obligan a abandonar las plataformas.
¿Cuántos trabajadores en nuestro país se encuentran el día de hoy expuestos a condiciones de riesgo, sin la capacitación, los sistemas de prevención y los equipos de seguridad que, dado un siniestro de cualquier naturaleza, pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte? ¿Cuántas empresas cumplen efectivamente con las normas de seguridad e higiene que deben observar? ¿Qué autoridades, sea por corrupción o negligencia, incumplen sus funciones de regulación y supervisión en esta materia? ¿Qué sindicatos rinden cuentas sobre el ejercicio de sus atribuciones y responsabilidades, para garantizar las condiciones indispensables de salubridad y seguridad de sus agremiados?
Este sigue siendo un país marcado por la opacidad, la negligencia y la corrupción. Todas estas desviaciones, por cierto, se mantienen impunes, sin ignorar, desde luego, a quienes en estos casos resultan responsables aislados y de poca monta que, con razón o sin ella, acaban por ser, con su culpa pública, el soporte transitorio para la buena conciencia de una sociedad sólo esporádicamente sensible al mundo del trabajo y a las condiciones de los trabajadores.
Con el transcurso del tiempo vendrán otros asuntos, ganarán su espacio los temas de coyuntura; y como si nunca hubiera ocurrido, se podría olvidar que, por causas evitables, por opacidad, negligencia o corrupción, se perdieron muchas vidas y se destruyeron familias.
Presidente de Alternativa Socialdemócrata

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