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domingo, mayo 25, 2008

Partidos Ricos, pero Quebrados

Partidos ricos, pero quebrados


Por Alberto Consejo Vargas, José Luis Vázquez Alfaro y Armando Robinson

Reportaje Un sistema inestable. Cada día son más frecuentes e intensas las pugnas internas por el control de las dirigencias partidistas, las candidaturas y las prerrogativas. Las diferencias llegan a dirimirse con violencia



(25 mayo 2008).- Las reformas electorales abrieron camino a la democracia, pero ésta no acaba de cuajar al interior de los partidos. Viejas prácticas cupulares y autoritarias, conflictos repetidos, peleas fratricidas, divisiones y fracturas prevalecen en esas formaciones. Incluso, el "fuego amigo" es ya término corriente entre ellos.

Crisis o no de por medio, esa situación data ya desde hace 20 años sin que los partidos hagan algo para remediarla. Poco se ha reflexionado sobre los profundos cambios que las reformas electorales acarrearon al sistema de partidos.

En tres décadas (1978-2008) transitamos de un régimen de partido hegemónico con oposiciones testimoniales a uno plural donde todos los partidos ocupan cargos en los tres órdenes de gobierno, se benefician de recursos públicos, integran grupos parlamentarios -los tres mayores en inestable equilibrio-, acceden a los medios de comunicación y se erigen en factores reales de poder. Tal es el peso de las organizaciones políticas que, sin reparar en ello, se está ante el surgimiento de un Estado de partidos que subordina a las instituciones.

De enorme influencia en esa mutación del sistema de partidos resultó el dinero público. Atrás quedó la historia de la sobrevivencia de los partidos opositores a partir de las cuotas de sus militantes, los donativos anónimos o las actividades de autofinanciamiento, tales como festivales, rifas, y hasta venta de obras de arte.

En los partidos opositores la nómina de los llamados "cuadros profesionales" se distinguía, hasta mediados de la década de los noventa, por el reducido número de sus integrantes y por los bajos sueldos, muchas veces impagos. Oficinas modestas, mal equipadas, la más de las veces en renta, hasta que el desalojo por falta de pago obligaba a emigrar.

Las penurias disminuyeron con el incremento del número de diputados federales y la creación de las diputaciones plurinominales. Esas dietas contribuyeron, en mayor o menor grado, al sostenimiento de los partidos. Caso extremo fue el del Partido Comunista Mexicano y sus dos herederos (Partido Socialista Unificado de México y Partido Mexicano Socialista) en los que la dieta de los diputados pertenecía al partido.

La aceptación del subsidio público, dispuesto en las tibias reformas introducidas en esa mate- ria en el Código Federal Electoral de 1986, provo- caron en el PAN un agrio debate y la renuncia de algunos de sus más connotados dirigentes, como José González Torres y Luis Calderón Vega.

En 1990 el Cofipe introdujo normas que regularon y aumentaron el subsidio de campaña a los partidos; sin embargo, a nadie escapaba que mientras el PRI dispusiera de acceso casi irrestricto a las arcas públicas la equidad en la competencia seguiría siendo una quimera.

Buscando normalizar la situación económica de su partido y para dejar atrás la inequidad, el presidente Ernesto Zedillo promovió en 1996 un cambio radical del financiamiento público a los partidos, merced a lo cual los hasta ese entonces pobres partidos opositores pasaron a la condición de nuevos ricos. En protesta por la generosidad, PAN y PRD votaron en contra de la reforma al Cofipe.

Si antes ser profesional de un partido opositor era vocación casi misionera, a partir de 1997 es condición apetecible. Las nóminas crecieron, los sueldos también. Las modestas oficinas fueron cambiadas por flamantes edificios; los destartalados coches cedieron su lugar a camionetas suburban. En las capitales estatales, luego en los municipios más poblados, los partidos abrieron oficinas y profesionalizaron a sus dirigentes. Al crecer la burocracia dirigente creció también el personal a su servicio, secretarias, asesores, asistentes, choferes; los partidos se convirtieron en fuente segura de empleo para familias completas.

El reparto de las prerrogativas se convirtió en motivo de disputa interna, la asignación de fondos para las campañas en instrumento de control y medio para hacer valer intereses grupales. Los secretarios de finanzas de los partidos, antes dedicados a conseguir para pagar la quincena, pasaron a ser poderosos administradores. Cobrar cuotas pasó a la historia, el autofinanciamiento se extinguió; los militantes, enterados de la bonanza de sus partidos, dejaron de pagar cuotas, los legisladores redujeron o de plano cancelaron las aportaciones.

La pluralidad legislativa provocó otro fenómeno: el reparto de presupuesto entre los grupos parlamentarios, conforme al número de integrantes de cada bancada; fondos no sujetos a control ni comprobación. La renta de legisladores se convirtió en práctica admitida. En la actual legislatura, el PRD presta al PT tres senadores a fin de que ese partido cuente con grupo parlamentario y por tanto entre al reparto de prerrogativas; en San Lázaro el PT arrienda dos diputados al grupo de Alternativa, que de esa forma recibe su tajada.

Si bien el financiamiento público emparejó la competencia, los daños colaterales que produjo fueron considerables y perduran hasta hoy. No sólo liquidó cualquier esfuerzo sistemático por obtener fondos de otras fuentes legalmente permitidas, sino que produjo una espiral de gasto que derivó en la búsqueda de recursos privados para financiar campañas cada vez más costosas que tenían como principal destino del gasto la televisión y la radio.

Convertidos en maquinarias para la postulación de candidatos y el reparto de los espacios internos de poder, los partidos abandonaron también las tareas de educación y capacitación de sus militantes, lo que antaño se llamaba "formación de cuadros". Las luchas internas dejaron de tener como origen diferencias ideológicas o programáticas para convertirse, de manera descarnada, en pugnas abiertas por los cargos internos y las candidaturas.

Al influjo de una mal entendida democratización interna, varios partidos iniciaron la aventura de acudir al voto directo de sus militantes, adherentes o de cualquier interesado, para resolver las pugnas por los cargos y las candidaturas. Afiliarse a un partido dejó de ser un acto individual para convertirse en acto mercantil. Operadores profesionales asumieron la tarea de afiliar en masa, por pedido y con tarifa per cápita previamente pactada.

No es de extrañar la frecuencia de las pugnas internas que cruzan a prácticamente todos los partidos, salvo aquellos en donde el férreo control de sus jefes y dueños sigue imperando, lo que no es óbice para periódicas purgas al gusto y decisión de aquéllos.

Ante la debilidad o parcialidad de los órganos partidistas, los militantes y dirigentes han tomado el camino de la judicialización de los conflictos, acudiendo al Tribunal Electoral. Baste un dato para ilustrar el fenómeno antes referido: en 2007, año no electoral, la Sala Superior resolvió más de 2 mil juicios, la inmensa mayoría promovidos por militantes, dirigentes y precandidatos en contra de sus propios partidos.

El sistema de partidos es, tres décadas después de la primera reforma, territorio comanche, poblado por tribus, fracciones, facciones y liderazgos carismáticos en permanente conflicto por el reparto de cada espacio de poder interno, cada candidatura, y desde luego, por el dinero. La democracia no hizo mejores a los partidos, ni éstos han hecho bien a la democracia.



Chuchos vs. AMLO


De los ochos partidos políticos nacionales resulta imposible encontrar uno que se salve de problemas internos. Partidos grandes y chicos, viejos o nuevos, todos han padecido o padecen divisiones y pugnas.

En curso están los conflictos que han dividido al infante del sistema, hoy sin Alternativa, y al Partido de la Revolución Democrática. El origen de la pugna es común: la presidencia del partido, como lo es también la polarización a que se ha llegado en ambos casos.

En el PASD la luna de miel entre Alberto Begné y Patricia Mercado terminó una vez que el nuevo partido alcanzó el refrendo de su registro. Aliados contra la fracción "campesina" los ahora irreconciliables adversarios protagonizaron una guerra intestina con lujo de artimañas y no exenta de violencia física por ambos bandos.

El conflicto en el PRD ha sido comentado hasta la saciedad. Muchos ven la crisis terminal de la que surgirá algo diferente. En el origen y la virulencia del conflicto está la confrontación entre dos visiones y proyectos del sentido y orientación que debe darse al partido del sol azteca. En la guerra florida que aún no concluye, los jefes de las tribus rebeldes se agruparon para vencer al guía máximo que ellos mismos encumbraron.

Los Chuchos tienen como principal activo la experiencia de lustros en los laberintos del aparato partidista. Han ganado la primera batalla judicial pero la guerra no ha terminado.



Doctrinarios vs. 'yunques'


En el PAN están acostumbrados a lavar la ropa sucia en casa. La confrontación entre grupos y familias herederas de los padres fundadores y la quinta columna de la ultraderecha, el Yunque, permanece soterrada.

Vacunados en contra del presidencialismo autoritario y su control del PRI, los panistas han tenido que admitir su paulatina conversión en partido del gobierno. La confrontación entre el ex jefe nacional Manuel Espino y el presidente Felipe Calderón terminó con la defenestración del primero y la llegada de Germán Martínez, primer jefe nacional decidido en Los Pinos, pero la batalla continúa y habrá de tener nuevos episodios en torno a la selección de candidatos a diputados federales para las elecciones de 2009.

Mientras que la confrontación entre doctrinarios y modernizadores condujo a la salida de los primeros, las nuevas pugnas correrán por otros cauces. El poder y su ejercicio es el elemento aglutinante por excelencia. Nadie está dispuesto a irse, pero alguien tendrá que ceder para hacer posible la convivencia que asegure la unidad.

Ni Calderón puede hacerse del control de su partido, ni los fundamentalistas de la ultraderecha tienen la fuerza para enfrentar el poder presidencial y a los grupos internos que lo respaldan. A diferencia del PRI, cuya estructura vertical permitía y aseguraba el control presidencial, en el partido blanquiazul existe una tradición, pero sobre toda una estructura horizontal que descentraliza el poder y la capacidad de influencia entre los diferentes niveles de dirección.



El poder de los gobernadores


Colocado en el tercer sitio en votación nacional el PRI se encuentra en una tregua interna que sirve para alistar y velar armas con tempranera vista puesta en el 2012. En el año ocho de su entrada al desierto, el viejo partido ha sido incapaz de encontrar una forma estable de convivencia entre sus grupos de presión interna y los factores reales de poder. La balcanización no ha dado lugar a la ruptura, pero la amenaza sigue latente.

El PRI de hoy es una confederación de poderes locales, con los gobernadores como virreyes todopoderosos, que admiten una dirigencia nacional sumergida en el anonimato, desplazada por activos y poderosos coordinadores parlamentarios. Los grupos de presión no responden más a la antigua configuración corporativo-sectorial, son ahora grupos transversales con liderazgos heredados de las glorias del pasado. Las aspiraciones de gobernadores con la mira puesta en 2012 son otro elemento aglutinador de facciones locales que tejen alianzas a partir de mecenazgos en los estados sin gobernador priista.

El rompimiento de la férrea disciplina tuvo sus primeras manifestaciones desde la designación de Luis Donaldo Colosio como candidato presidencial en 1994 y se extendió, a punto de rebelión, con motivo de los acontecimientos que siguieron al asesinato del sonorense. Seis años más tarde Roberto Madrazo, derrotado en la elección interna, se brincó las trancas y operó en contra del candidato presidencial de su propio partido.

Los conflictos internos se agudizaron hasta desembocar en la contienda entre Madrazo y Beatriz Paredes por la dirigencia partidista, el 24 de febrero del 2002. Derrotada a la mala, la ex gobernadora hizo gala de lealtad partidista y esperó mejores tiempos, los que llegaron después del rotundo fracaso de su adversario en las elecciones del 2006.

La siguiente pugna tendrá como eje las candidaturas a la Cámara de Diputados en 2009 y eventualmente por la sucesión de Beatriz Paredes en el PRI, si es que ésta decide buscar un lugar en San Lázaro. La disputa pasa por el 2009, pero podría convertirse en batalla campal en 2011, lo que ya se avizora en las conductas de gobernadores que han decidido que el que pega primero pega dos veces.



La 'chiquillada'


Los demás partidos viven en la fragilidad; en 2009 serán sometidos a prueba de fuego en virtud de las nuevas reglas para la formación de coaliciones. Sin la sombrilla protectora que les brindaban las alianzas con los de mayor votación, la chiquillería podría ser víctima fatal de una enfermedad que sólo se cura con votos.

Aunque sus conflictos no presentan la espectacularidad que amerita ocho columnas, ninguno se salva de ellos. Uno de los dos emergentes, el Partido Nueva Alianza, es manejado por la todopoderosa líder magisterial Elba Esther Gordillo, quien ya acumula tres empleados en el cargo de presidente de su partido.

En el PT las purgas internas se mantienen en reserva, aunque las evidencias apuntan a la disgregación del viejo núcleo dirigente, del que sobrevive contra viento y marea el patriarca fundador, Alberto Anaya.

Ser partido casi familiar, impermeable a la democracia, da al Partido Verde la estabilidad de la que carecen sus homólogos en edad y peso electoral. El PVEM ha tenido sólo dos dirigentes en sus 17 años de vida: Jorge González Torres y su hijo Jorge Emilio González Martínez. Bajo las nuevas reglas de competencia y coaliciones, es el partido con mejores posibilidades de sobrevivir en 2009.

Convergencia emula las prácticas del inolvidable Rafael Aguilar Talamantes: aparenta la renovación periódica de sus dirigentes, manteniendo a su dueño, Dante Delgado, como factótum. El proyecto naranja tiene un solo objetivo, convertirse en la vasija en la que Andrés Manuel López Obrador deposite el capital que le queda.

La tendencia apunta hacia la depuración del sistema y la consecuente configuración de un sistema de tres partidos, quizá con una cuarta formación en condición marginal. Sin embargo, el panorama puede alterarse por las fracturas en la izquierda, que reproduciría la proliferación de partidos que caracterizó ese flanco hasta 1988.

En el corto plazo la inestabilidad seguirá siendo la característica central del sistema de partidos; la democracia tendrá que seguir esperándolos.

Los autores son investigadores del Centro de Estudios para un Proyecto Nacional Alternativo SC y colaboradores de la revista Voz y Voto.





- Convertidos en maquinarias para la postulación de candidatos y el reparto de los espacios internos de poder, los partidos abandonaron las tareas de educación y capacitación de sus militantes.



- El sistema de partidos es territorio comanche, poblado por tribus, fracciones, facciones y liderazgos carismáticos en permanente conflicto.



- La tendencia apunta hacia la depuración y la consecuente configuración de un sistema de tres partidos, quizá con una cuarta formación en condición marginal.





Conflictos intrapartidistas

En 1996 el Tribunal Electoral se convirtió en un órgano del Poder Judicial y se instauró la figura de juicios de protección de los derechos político-electorales de los ciudadanos. A partir del año 2000 se dispararon las denuncias de militantes que, por esta vía, buscan resolver conflictos internos.



Partido Juicios promovidos en su contra ante el TEPJF Multas acumuladas 2000-2007 (Pesos) Antigüedad (años) Dirigentes
PAN 2,251 423,597,098 69 17
PRI 421 1,113,053,610 79* 43
PRD 1,418 68,495,638 19 9
PT 69 90,971,704 18 1***
PVEM 151 126,511,778 17 2****
Convergencia 80 47,881,137 9 2*****
Panal 3 2,340 3 3
PASD 146 3,029,466 3 2******
Otros** 54 81,303,989
Total 4,887 1,954,846,762


Notas:

* Se consideran también los periodos 1929-1939 bajo la denominación de Partido Nacional Revolucionario, y 1939-1946 bajo el nombre de Partido de la Revolución Mexicana. En 1946 comenzó a llamarse Partido Revolucionario Institucional.

** Partidos que perdieron el registro.

*** El PT es dirigido por una comisión coordinadora nacional de 6 miembros. Alberto Anaya, dirigente fundador, es el único que ha permanecido en ella desde 1990.

**** Jorge Emilio González heredó la dirigencia del PVEM de su padre, Jorge González Torres, en 2001.

***** Dante Delgado permaneció en la dirigencia siete años. En 2006 la entregó a Luis Maldonado.

****** Patricia Mercado dirigió unos cuantos meses el partido. Desde 2005 Alberto Begné es presidente. Se reeligió hace unos meses en medio de un conflicto con el grupo de Mercado.

Fuentes: IFE, TEPJF y páginas oficiales de los partidos.




En los últimos 14 años, los partidos han recibido más de 30 mil 500 millones de pesos.

(Cifras en miles de pesos)



1994 165,190
1997 2,093,774
1998 1,046,567
1999 1,312,366
2000 3,064,092
2001 2,250,686
2002 2,439,872
2003 $4,823,581
2004 1,854,983
2005 2,013,252
2006 4,171,096
2007 2,704,100
2008 2,614,731



Total del financiamiento público recibido entre 1994 y 2008: $30,554,290



PAN 8,162,318
PRI 8,980,752
PRD 5,049,759
PT 2,155,202
PVEM 2,407,913
Convergencia 1,497,344
Panal 471,293
PASD 374,103
Otros* 1,455,606



Notas:

* Partidos que perdieron el registro.


Fuente: IFE



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Fecha de publicación: 25 mayo 2008
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