Expresando ideas de cómo leo la política, esperando generar reflexiones, para poder crear, una convivencia más humana, entre todo actor social. Una nación conformada por SUJETOS, podrá remar de manera más sencilla, al puerto donde la igualdad y la justicia social, sean una realidad, y no promesas como parte de discursos, que se re-estrenan, cada temporada electoral.
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lunes, abril 07, 2008
La alternativa de la civilidad
¿Qué clase de política es la que rige a un partido que carece, por completo, del reconocimiento a la existencia del otro? ¿Qué clase de partido es aquel que no permite competir a un sector de sus integrantes, que desprecia la agenda por la cual los ciudadanos votaron, que no se muestra dispuesto a cumplir sus compromisos?
El conflicto en Alternativa ha mostrado dimensiones de agresión, deslealtad y corrupción que no se preveían en un partido creado para "hacer política de manera distinta". Después de un proceso jalonado por incidentes ominosos, a la asamblea del Distrito Federal llega un grupo de porros que arrasa con Patricia Mercado y los militantes vinculados a su posición. Quedan así, fuera de la jugada, la fundadora indiscutible de dicho partido y quienes coinciden políticamente con ella. Alberto Begné y su grupo publican un desplegado diciendo que los porros que irrumpieron eran de Mercado.
¡Qué curiosa versión! Ahora resulta que Mercado paga a unos porros para que la saquen de la asamblea del D.F. y así le impidan llegar a la asamblea nacional. En todo caso, lo ocurrido debe ser juzgado no por los dichos, sino por los hechos: ¿cuál es el grupo que quedó excluido?
Sartre decía: "El mundo de hoy se nos aparece horrible, malvado, sin esperanza", para plantear a continuación: "Es necesario crear un fundamento para la esperanza". Los seres humanos hemos intentado desarrollar la política democrática como "fundamento esperanzador" para resolver los conflictos.
Yo soy de quienes creen que los partidos son imprescindibles para hacer política, y también creo que en ellos existen diferencias, ideas contrarias, intereses opuestos. Por eso hay que pelear internamente. En un partido en el cual los adversarios se turnaran amablemente la dirección, desaparecería la política. Pero para dirimir democráticamente las diferencias hay que hacerlo con ciertas reglas, cuidando determinadas formas.
Cuando Mercado y su grupo llegaron a la asamblea del D.F. iban con la seguridad de que ahí vencerían ellos. Pensaban que valía la pena dar la batalla en la asamblea nacional, aunque quedaran como una minoría. Lo que nunca imaginaron fue que ni los dejarían contender y que, con el uso de la fuerza, les robarían la posibilidad de registrarse.
¿Qué mensaje mandan los opositores de Mercado al impedir, con golpeadores, que participen quienes han sido parte fundamental en la construcción del partido? Buscar la eliminación de quien no está conmigo, del Otro, del disidente, no es hacer política, es hacer la guerra.
El pensamiento político contemporáneo señala que el carácter trágico de la política alude no sólo a la circunstancia que viven quienes pierden en la contienda, sino más ampliamente, al hecho de aceptar ciertas contradicciones irresolubles que se expresan en la oposición amigo/enemigo. Trabajar de manera pacífica dichas contradicciones implica, precisamente, hacer política.
¿Qué puede esperar la ciudadanía si en una formación partidaria joven, que aspiraba a "hacer política de manera diferente", se repite la perenne actitud destructora?
La respuesta de Begné contra Mercado prueba, por enésima vez, la dificultad para hacer política en lo que tiene de irreductible la oposición amigo/enemigo. Y también habla de algo que cada día cobra más importancia: la resistencia de los partidos a abrir sus procesos internos a la fiscalización de los ciudadanos que votaron por ellos.
¿Significa eso que ni Mercado ni Begné ni nadie puede cuestionar al adversario y que de aquí en adelante no cabe más que aguantarse y guardar silencio? Por supuesto que no. La cuestión es otra: ¿Es posible resolver políticamente los desacuerdos, sin recurrir a la violencia? Muchas personas pensamos que sí, y que para ello es indispensable un trato civil.
Una de las paradojas de la política es que así como hay exigencias racionales para el pensamiento, hay también exigencias racionales para la acción. Y la civilidad es una de ellas. ¿Qué quiero decir con ello? Civil viene de civis (ciudadano) y, según María Moliner, se aplica como adjetivo "a las personas que se comportan debidamente en sus relaciones con otras y a su comportamiento, maneras, etcétera".
La civilidad consiste, pues, en pulir la agresión y tener un trato correcto y educado entre los ciudadanos.
Toda política responde a una lógica simbólica de lucha entre "buenos" y "malos". Y siempre los buenos somos "nosotros" y los malos "ellos". Modificar dicha lógica, introduciendo el principio de civilidad, afectaría al conjunto, y la política se desplegaría en una puesta en escena: el debate (y no el ataque) entre los "buenos" y los "malos".
Debatir y razonar, no agredir, es el quid del asunto para no arrojar por la borda los logros alcanzados en la ardua tarea de construir democracia.Por lo visto, entre estos jóvenes socialdemócratas todavía está lejos la transición entre un orden político basado en la eliminación de quienes piensan diferente a otro orden basado en dirimir las diferencias mediante procedimientos políticos. Sacar a Patricia Mercado del partido que fundó, y así cancelar la singularidad de su propuesta alternativa, no es únicamente una injusticia, sino también un total despropósito político.
Marta Lamas / Proceso
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