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miércoles, septiembre 05, 2007

Reservas de sensatez

Reservas de sensatez
Alberto Begné Guerra
5 de septiembre de 2007
La solución acordada para la entrega del primer Informe de Gobierno del presidente Calderón al Congreso, así como el mensaje del domingo en Palacio Nacional, nos muestran, a un tiempo, lo lejos que estamos de una democracia con sustancia, calidad y soluciones para el desarrollo del país, y lo cerca que podríamos estar de la ruta del diálogo y la construcción de acuerdos para hacer de las reglas y las instituciones democráticas un instrumento efectivo, al servicio de un proyecto de desarrollo incluyente, sostenido y sustentable, en el marco de la pluralidad. Es una paradoja que refleja con nitidez las contradicciones de nuestra vida pública y, con ellas, los riesgos y las oportunidades de este momento decisivo para el futuro de México.
El acuerdo alcanzado para evitar un sainete el pasado 1 de septiembre expresa, a la vez, la pobreza política en la que estamos inmersos (el silencio como “solución” de un conflicto) y, no obstante lo anterior, expresa también la existencia de buenas reservas de sensatez (la disposición, aunque tímida, para un acuerdo entre los diferentes partidos). ¿Qué perdimos y qué ganamos? La pérdida radicó en nuestra incapacidad para superar la dinámica superficial de los arreglos de coyuntura. La ganancia reside en haber dejado abierta la posibilidad de ensanchar los espacios para el diálogo, al evitarse un 1 de septiembre accidentado que, no tengo duda, podría haber lastimado y degradado mucho más nuestra maltrecha vida política.
En su mensaje, la nueva presidenta de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta, logró situarse en un punto intermedio, por lo demás difícil, entre su compromiso institucional y su militancia partidista. En los estrechos márgenes de una situación nada sencilla, sobre todo a la luz de las fuertes diferencias en el interior del PRD, tuvo la capacidad de situarse en una posición equilibrada. Ni negó la realidad política y constitucional del país ni negó los cuestionamientos de su partido a la elección presidencial del año pasado.
En efecto, asumió las exigencias básicas de la legalidad democrática y cuestionó políticamente la legitimidad del proceso electoral de 2006. Mostró con ello responsabilidad y evitó la profundización de los conflictos del PRD, en particular la andanada inquisitorial contra la corriente a la que pertenece, Nueva Izquierda, cuyo pecado estriba en tratar de impulsar sus causas a través del ejercicio de la política en el mundo terrenal. Envió, pues, una señal que pospone pero no cancela el diálogo en la pluralidad. Por eso, el supuesto error que impidió la transmisión en vivo de su mensaje no sólo evidenció, una vez más, el uso faccioso de entidades y recursos públicos, sino también una gran torpeza política, cuando la posibilidad de construir acuerdos pasa necesariamente por el cumplimiento de los compromisos asumidos; es decir, por la generación de confianza.
Por su parte, el presidente Calderón tuvo el cuidado de actuar con sensibilidad en el momento de la entrega del informe. Su breve llamado a impulsar las reformas que sustituyan ese viejo ritual del presidencialismo mexicano por un ejercicio democrático de debate parlamentario se suma a una convicción compartida por prácticamente todos los actores políticos desde hace años, y expresada en las propuestas de los partidos en el marco de la reforma del Estado. En el mismo sentido, su mensaje del 2 de septiembre en Palacio Nacional expresó su voluntad para avanzar en los acuerdos que se requieren para dotar de eficacia a nuestra democracia y en las reformas, particularmente la fiscal, imprescindibles para darle viabilidad al país.
Un fin de semana de contrastes, en el que la persistencia de los viejos símbolos, las viejas prácticas y las enormes limitaciones de nuestra débil democracia, tuvo como contrapunto hechos significativos que, con optimismo moderado, sugieren la oportunidad de establecer las condiciones mínimas para delinear un espacio de consensos básicos, por encima de las diferencias políticas, ideológicas y programáticas propias de la pluralidad. No hay mucho que celebrar. Pero al menos ha quedado entreabierta la puerta de la política, y eso, a la luz de la situación en la que nos encontrábamos hace un año, no es poca cosa.
Presidente de Alternativa Socialdemócrata

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