Durante el discurso de la bancada del Pri, lo único que me dejó claro es que sus oradores toman un curso de arte dramático para leer.
Me apenaba mucho escuchar a su oradora, trasladando la obligaciónd el estado de Oaxaca, al Ejecutivo Federal, cuando los problemas que se originan en el estado, es por la incapacidad que ha tenido Ulises Ruiz como Gobernador.
Durante muchos años escuchamos comerciales que citaban:
El Pri sí sabe gobernar
Pero cuando llega la realidad, vemos que no solamente no sabe, sino que tampoco tiene la capacidad para reaccionar y solucionar los problemas que se han centrado en el Estado, y que lejos de conocer un Gobernador comprometido con la solución, sabemos a través de los medios, que anda en todos lados, menos en el lugar del conflicto. Como mejor foto de lo que es la ironía, mientras en Oaxaca la población vive en un estado conflictivo, el "flamante" Gobernador, está impartiendo cursos de Gobernabilidad ¡¡!!. Así de absurda es la vida política, pero sobre todo, de aquellos que lo contratan, cuando en todos los medios nacionales, Oaxaca no ha perdido un solo espacio en las notas, por lo delicado de la situación que cada día va de menos a más.
Con excepción del partido Alternativa, el resto de las fuerzas políticas que se pronunciaron el día Cero en nuestra vida nacional, no dejaron ver nada nuevo. Alternativa sí dejó muy claro que para hacer política no es necesario dilapidar tanto dinero, cuando en nuestro país, hay tanta gente que require que los recursos se empleen de manera más en sentido social, como podría ser aplicado a inyectar ese dineral en infraestructura de poblaciones tan marginadas, o tal vez al empleo de construcción de más escuelas, para que nadie se quede fuera cada ciclo escolar. Sin duda hay una y mil opciones más inteligentes de aprovechar el dinero, cuando el verdadero interés se centra en el pueblo, y cuando no se dá más relevancia al binomio perverso que se genera con la mezcla del poder y el dinero para las campañas.
Dejaré aquí el texto que a través de la Diputada Federal Mariana Arvizu, Alternativa dejó escuchar su voz, pero sobre todo sus razones que hoy la tienen ya, como una parte de la nueva política que se debe lograr , aquí sí, por el bien de todos:
Ciudadanas y ciudadanos mexicanos.
La representación de Alternativa en la Cámara de Diputados es el resultado de la voluntad ciudadana de más de un millón de votos.
Y quiero decirles a nuestros electores que hemos bien usado su mandato para ampliar su representación: hoy tenemos grupo parlamentario como resultado de nuestra capacidad de negociación política fundada en nuestros principios.
Mientras estoy aquí, hablando ante ustedes en esta tribuna, el país padece nos sólo de la agitación social, sino también de una grave crisis política.
No cabe minimizar la magnitud de esta grave crisis. Ningunearla es practicar la cultura del menosprecio, tan usual entre nosotros, cuyo resultado es la siembra del encono social y la multiplicación de los conflictos tan desgastante para las instituciones de la Republica.
Pero si es un error el ninguneo, lo es también magnificarla y transformarla de crisis política en una oposición irreductible y maniquea entre el bien y el mal. Esa es también otra manera de contribuir a la cultura del ninguneo: buenos son los que están conmigo, malos todos aquellos que piensan diferente.
Una y otra vía omite la solución política, dialogada y democrática de las controversias. Una y otra vía niegan al otro y lo transforman de adversario en enemigo.
La crisis postelectoral nos ofreció una circunstancia excepcional para transformar la cultura política del país. Este es uno de esos momentos en los cuales los acontecimientos políticos de la coyuntura rozan los procesos de larga duración.
Un resultado estrecho entre los dos principales contendientes en un país de instituciones de débil enraizamiento en la sociedad; en una democracia que lucha por su consolidación, con una cultura donde reina la desconfianza y la sospecha, la crisis poslectoral nos daba la oportunidad de consolidar, al mismo tiempo, una cultura democrática en la sociedad; el sometimiento de todos los actores políticos a las reglas de juego; y el robustecimiento de las instituciones, afirmándolas allí donde es indispensable afirmarlas: en el corazón de todos los ciudadanos.
Porque no podemos olvidar nunca que las instituciones electorales, las de derechos humanos, las de transparencia, creadas en la ultima década, fueron construidas a contracorriente del viejo régimen; y con sus defectos y con virtudes son nuestras y muy nuestras. Son la creación que tanto trabajo nos costó a todos los que luchamos por la transición democrática.
Por eso en su momento, nos sorprendió ingratamente ver a dos candidatos presidenciales proclamando su triunfo la misma noche de la elección, antes que las autoridades competentes emitieran su veredicto.
Y, por eso mismo, en su momento, en un país, insisto, con una arraigada cultura de la desconfianza y de la sospecha, nos pareció lo más correcto encontrar en la legalidad vigente el camino para el recuento general de todos los votos.
Fue un grave error que en una situación que todos conocemos, a la verdad social – que es una construcción de razonabilidad y confianza-, se antepusiera un criterio estrecho y leguleyo que corresponde a la vieja tradición jurídica que ha imperado en México: cuidar la letra de la ley y no su espíritu, ni su facultad realizar la justicia. Así, nunca el derecho podrá ser instrumento del cambio social.
Pero ya en esta situación, y exactamente por las mismas consideraciones que acabo de exponer, aun a pesar de la debilidad con que nuestras instituciones y nuestras leyes están enraizadas en el corazón de la gente, y acaso por ello mismo, no podemos aceptar que el fallo de nuestro máximo tribunal en materia electoral, que pudiendo haber sido histórico ha elegido ser pulcramente reglamentario, nos guste o no nos guste, no sea respetado. Por nuestra parte, aunque hubiéramos preferido una solución distinta para nominar al ganador de esta apretada contienda, nosotros respetaremos el fallo del Tribuna Electoral, cualquiera que este sea.
Toda transición democrática ha tenido tres condiciones para consolidarse.
La primera es saldar cuentas con el pasado. Resolver el gran tema de la corrupción y la impunidad del viejo régimen.
La segunda es el establecimiento de un nuevo pacto político, de nuevas reglas constitucionales para una democracia eficaz y participativa.
Y, finalmente, la tercera, un nuevo pacto social, que genere empleo, redistribuya de manera más equitativa la riqueza y, en nuestro caso, concluya con esa vergüenza moral que es la desigualdad social, una de las mas grandes del mundo, que ningún gobierno de derecha o de izquierda se ha atrevido a colocar en el centro de la agenda nacional.
La primera condición supone una nueva ética pública. La segunda condición supone una reforma social del Estado, que surja de la confianza de la gente en las instituciones. La tercera supone un verdadero pacto social, genuinamente redistributivo. Estas tres condiciones se resumen en dos palabras, confianza y responsabilidad.
Si juzgamos desde las necesidades impostergables de la transición democrática al gobierno que hoy fenece, debemos decirlo con claridad: ha fallado en casi todo.
Ni juicio al pasado autoritario –los peces gordos prometidos deben ahora reír a carcajada batiente-. Ni nuevo pacto constitucional –allí vagan fantasmagóricas las conclusiones de la Mesa para la Reforma del Estado-. Ni muchísimo menos nuevo pacto social –desde el drama de millones de mexicanos y mexicanas, indigna ver la resolución propagandística de los problemas sociales en la televisión mientras que en la realidad se hacen cada vez mas grandes y mas angustiosos-.
En una palabra: la alternancia no trajo el cambio. El siniestro silencio del viejo presidencialismo que solo conocíamos por sus hechos, algunos brutales, otros benéficos, –aquel ogro filantrópico del que habló Octavio Paz-, fue sustituido por una incontenible excitación verbal, sin ton ni son. Lastima que la bonachona incompetencia de un hombre no sea suficiente para cubrir la magnitud de sus errores. Y hoy cosecha las tempestades de los vientos que fue sembrando, y cuya primera victima fue, precisamente, la institución presidencial.
México hoy, sigue padeciendo de una profunda desigualdad social, de una marcada cultura discriminatoria y mutuamente excluyente, de una unidad nacional construida de manera ficticia, un país de dos velocidades económicas: la del norte y la del sur.
El lenguaje falso de la vieja cultura política, la voz monocorde y obligatoriamente celebratoria del viejo presidencialismo, fue sustituida por el lenguaje del desprecio pueril y el jugueteo inconciente con la alta responsabilidad de la investidura presidencial.
Padecemos ahora el riesgo de una balcanización entre regiones, entre sectores sociales, y hasta entre banderías políticas.
Esa crispación acumulada se refleja en la situación actual. Mientras yo hablo aquí, la gente esta protestando, y si no le tuviera tanto respeto a nuestras Fuerzas Armadas, podría pensarse que la voluntad soberana de este Congreso no esta protegida, sino presa.
La evidencia de la ausencia de voluntad de diálogo, se expresa nítidamente en los resultados de la pasada sesión de la Cámara de Diputados. Para componer un acuerdo que deriva del miedo y de la ganancia en río revuelto se han encontrado las rutas para romper las tradiciones de la práctica parlamentaria. Toda leguleyada es buena para evitar el diálogo verdadero, aquel que sostenemos con quien piensa distinto que nosotros. Mala señal para los próximos seis años.
Y por ello quiero dirigirme en nombre de la sociedad civil mexicana, que observa preocupada el atizamiento del conflicto por muchas manos, para hacerles un llamado a la reflexión.
A los representantes mas auténticos de la cultura política del pasado, quiero decirles que tienen que optar entre medrar en la sombra de los arreglos con los poderes fácticos o transformarse en un verdadero y genuino partido político democrático. Uno que represente y recoja lo que sus propias bases políticas quieren. Ellos, que alguna vez pensaron representar a toda la nación, ahora solo se les pide que representen a sus bases.
A quienes representan los viejos resabios de la derecha autoritaria y monacal, junto con una pequeña pero valerosa tradición libertaria de las clases medias, quiero invitarlos a que se conviertan en una derecha moderna. México necesita una derecha moderna, una derecha que salga del fingimiento y que empuje claramente desde el Estado un nuevo pacto social. Una derecha que sea liberal, una derecha que no confunda las políticas en favor del mercado con los intereses de 20 familias, ni los proyectos y afinidades culturales con la subordinación a otros estados: ya México derrotó a los maximilianos una vez. Una derecha que de verdad se preocupe por la desigualdad social.
Las políticas sociales de los últimos años, digámoslo con franqueza, han sido paliativos y no solución. Mientras en otros países han bajado en 20, 30 o 35 puntos la pobreza, aquí nos damos por bien servidos si bajamos en 1 o 2 puntitos la pobreza extrema. Vergüenza.
Y a nuestros amigos de la otra izquierda, los que tuvieron en sus manos la posibilidad contemporánea de llevar por primera vez otros intereses sociales al gobierno de la República y que, mas allá de campañas de destrucción mediática y de arreglos mas o menos evidentes de quienes se sentían amenazados, no supieron mantener la ventaja que habían logrado, a ellos quiero decirles, que eviten el pensamiento adolescente que siempre culpa de nuestros fracasos a la maldad de los otros. Tienen la obligación de hacerlo porque detrás vuestro están quince millones de voluntades de mexicanas y mexicanos, la mayoría pobres, que merecen un camino de victoria y no el cómodo responso acusatorio de la derrota.
Soy consciente que somos una fuerza política naciente y pequeña, una fuerza política que trae a esta Cámara demandas que no han sido atendidas, las demandas de la sociedad civil, las demandas de la vida cotidiana de las personas, una de ellas, por cierto, la no de gastar tantos recursos económicos -públicos o privados- en las campañas políticas. De verdad se puede, se los digo desde un partido que por sus circunstancia hizo campaña casi sin dinero.
Desde esta fuerza política pequeña quiero llamarlos a la responsabilidad. Dennos una prueba, siquiera una, de que se puede salir de la vieja política, que podemos hacer de ella la actividad digna que nunca debió dejar de ser, que podemos darnos la mano en el entendimiento conjunto por el progreso del país, por su gente, por México.
El mundo no nos espera. Cada hora, cada minuto, se redistribuyen cuotas de poder global y México esta perdiendo lugares que había ganado. La tentación del atraso esta allí siempre. No voy a recitar la estadística que todos conocen: sabemos que hemos retrocedido y necesitamos acuerdos para remontar esa situación.
No queremos ni el silencio del autoritarismo, ni la verborrea falsamente democratizadora. Les invito a la conversación democrática, al dialogo sincero entre las partes, a la composición y al acuerdo. Tarda más y es más difícil… pero si lo logramos dura más en el tiempo. Si tuviera que resumir todo lo que les he dicho, yo, como mujer mexicana, lo resumiría en dos palabras: amor y patriotismo.
Qué rara suena la palabra amor en un discurso político. ¿Verdad?
Pero eso es lo que necesitamos. Conciencia del valor de cada uno, respeto por los demás, genuina preocupación por las niñas y los niños del país, por los jóvenes que se están formando, por las mujeres, por la gente mas necesitada.
Y patriotismo. Que es también amor, pero por la patria.
Somos una izquierda moderna, una izquierda comprometida con los valores de la Justicia, la Libertad, la Autonomía, la Tolerancia y el Respeto a la diversidad. Comprometida con la cultura laica y la libertad del ser humano. Luchamos por una sociedad de derechos y por construir un piso mínimo universal de bienestar social y de oportunidades de educación y empleo para todos.
Les pido que no confundan la absoluta sinceridad con la que les estoy hablando sobre la posición de Alternativa y sobre lo que pienso yo misma, con la ingenuidad de una legisladora recién estrenada. Ocurre que para nosotros no hay valor más supremo que la verdad. Esa es nuestra ética.
Desde nuestra vocación democrática nos encontraran para acuerdos a favor de México y de su gente, pero nunca habrán de encontrarnos para el reparto de canonjías, lamentablemente tan usual en la política tradicional.
El conflictivo contexto en el que hoy he debido hablarles como he dicho ya, esta expresando muchas escisiones sociales: étnicas, de género, geográficas, de edades. Y solo hay un camino para resolverlas, un compromiso nuevo, un nuevo pacto para la democracia, el combate a la desigualdad y el imperio de la honestidad republicana en nuestra vida pública. Esa es nuestra palabra y esa es nuestra vocación. Eso prometimos a nuestros electores y, en su representación, vamos a trabajar para lograrlo.
Sin duda, un buen sabor de boca me dejó con su postura porque el camino de la ética estará presente, y retomar el valor de la verdad puede hacer diferente cada acción.
Mañan se calificará la pasada elección, y sin duda estaré muy interesada en conocer el criterio que deberán aportar los Magistrados del Tribunal, ante la serie de situaciones que se presentaron y que no son las más adecuadas para colocar el término equidad en la elección.
Laura Tena
Expresando ideas de cómo leo la política, esperando generar reflexiones, para poder crear, una convivencia más humana, entre todo actor social. Una nación conformada por SUJETOS, podrá remar de manera más sencilla, al puerto donde la igualdad y la justicia social, sean una realidad, y no promesas como parte de discursos, que se re-estrenan, cada temporada electoral.
NO HACER CASO DEL RECUADRO QUE SOLICITA CONTRASEÑA
Ignoro cómo es que aparece un recuadro solicitándole escriba usted una contraseña para consultar el blog. NO HAGA CASO y cierre el recuadro que aparece. Gracias
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