Su autor, por supuesto lo escribe desde los 1000 metros del ego, parece que sigue esperando la mala memoria que retrasan a los pueblos, parece que el panorama político le luce propicio, para salir a vender otra versión de su verdad. Lo malo, es que hoy afortunadamente sabemos, que durante su sexenio, PEMEX le fue entregado con números negros, y que tenía todo para lograr entregarnos mejores cuentas. La historia nos recuerda que después de terminar el más terrible sexenio, llegó el diciembre negro, el caos económico y la creciente pobreza para los clase medieros.
Al paso de los años hemos podido descubrir, a varios de sus ex colaboradores, como parte de la secta selecta de los Reyes Midas, pero también, una familia prodigio que fincó su hoy enorme fortuna, gracias a la adquisición de Teléfonos de México.
¿Qué Zedillo es culpable del lucro que han hecho del Fobaproa?, ¿quién inició a vender los bancos rescatados?, evidentemente no lo recuerda Salinas, pero yo si, y Madariaga comentaba, que él había sido invitado a la gira presidencial, después de comprar Multibanco Mercantil, porque se había convertido en una especie de presea, que Salinas deseaba presumir.
¿Zedillo también asesinó a Colosio?, ¿Zedillo terminó de podrir al país?, ¿los hermanos de Zedillo también tenía millonarias cuentas en bancos extranjeros, pasaportes falsos y una suma de actos inexplicables?, ¿los hermanos de Zedillo, como Raúl Salinas, expusieron que su hermano mayor los obligaba a enviar cantidades millonarias lejos de las cuentas de la hacienda pública?
Hasta hoy, al único que conozco muy beneficiado del TLC, es precisamente al conjunto de hombres que laboraban con Salinas, entre los que destaca el "Rey Midas de la Aviación", hombre que después de dejar la función pública, contó con el capital paa conformar, una de tantas empresas que de inicio requirió nada más 50 millones de dólares. Dentro del histórico del blog, está documentada la historia de todos los que terminan apiñados en el sector de negocios provechosos.
Increíble, pero hoy nuevamente Salinas sale con un libro, que a ver quién lo compra para allegarlo de más recursos y a ver quién le brinda valor a sus argumentos. Por lo pronto, el marketing que seguramente se solventa, mediante la maravillosa millonaria beca que se le paga -por ser uno de tantos ex presidentes-, hoy ha logrado que en algunos varios se coloque el tema, y aquí le dejaré lo que se publica en el Reforma:
Por Grupo Reforma |
Ciudad de México (4 de mayo de 2008).- Junto con la obra publicada unos años antes por Justo Sierra, conocida después como la "Evolución política del pueblo mexicano", ambos autores buscaban reafirmar su respeto por la República y su exigencia de promover el progreso a partir del debate, desde distintas atalayas, sobre una realidad que los conmocionaba. Su batalla por las ideas fue concomitante con la lucha que otros daban alrededor del impulso antireeleccionista de Francisco I. Madero y su obra "La sucesión presidencial de 1910", así como de la proclama del Partido Liberal Mexicano de 1906 de los hermanos Ricardo, Jesús y Enrique Flores Magón. En el ámbito internacional éstos eran, asimismo, tiempos de integración de mercados, conflictos entre imperios y crisis económicas, como la de 1907. En el nacional había indicios de progreso, junto a masivas exigencias de justicia y democracia. Invocar estas grandes obras publicadas en la primera década del siglo pasado no significa pretender que hoy la historia se repite, ni que los problemas de ahora anticipan un movimiento como el de entonces. Eso sería ignorar los grandes cambios internacionales que ocurrieron a lo largo del siglo XX y su repercusión en México, en la economía, las relaciones sociales, los aspectos políticos y la vida cultural. Tampoco sería atinado ahora proponerse la realización del análisis, como esos autores lo hicieron entonces, a partir del positivismo. Tampoco que persistan los mismos problemas señalados en esas obras precursoras, en particular la de Molina Enríquez, lo cual significaría desdeñar las transformaciones que varias generaciones de mexicanos promovieron dentro del país a lo largo del siglo pasado. De ahí que no pueda pretenderse que el señalamiento de los principales problemas actuales anticipe un hecho revolucionario como el ocurrido hace casi 100 años. Sin embargo, al inicio del siglo XXI, México padece, serios y graves problemas. Éstos han derivado de dos alternativas convertidas en gobierno: el neoliberalismo y el populismo autoritario. A causa de ellas, el país perdió una década, ha enfrentado la encrucijada entre la entrega excesiva al mercado y la dependencia desmesurada en el Estado y ha sido colocado en el falso dilema de escoger entre el mercado o el Estado. Una y otra alternativas se han ido enraizando en la vida diaria de los mexicanos y en sus mentalidades. Como ambas alternativas han significado una década perdida para el país, requieren ser exhibidas de manera documentada para contribuir a un debate informado y objetivo. Eso exige recurrir a fuentes diversas y acreditadas. De ahí la proliferación de citas y cifras en esta obra. No hay otra manera de enfrentar y debatir con reciedumbre adversidad tan perjudicial. El freno de la modernización Esta década perdida significó la paralización, entre 1995 y 2006, del proceso modernizador de México, Sin duda, durante ese periodo se dieron cambios importantes que resultaron benéficos para el país, unos promovidos por políticas públicas y otros por acontecimientos determinados por la realidad social y política. Pero entre 1995 y 1998 el país padeció un viraje histórico que se enraizó durante toda la década en estudio. En esos años se tomaron decisiones que convirtieron un problema en una crisis y provocaron la ruina económica y social más grave desde la Revolución de 1910. El cataclismo fue tan profundo que, 10 años después, muchos mexicanos todavía consideraban que el país seguiría en crisis. Además de provocar dicha crisis, durante esos años y por primera vez en la historia contemporánea de México, el gobierno mexicano solicitó ayuda al gobierno estadounidense y se entregó el sistema de pagos, con los bancos del país (previamente refinanciados), a los extranjeros. Esto significó la pérdida del control del motor que promueve el desarrollo nacional. Al mismo tiempo, México sufrió un saqueo de recursos sin precedente, tanto por el costo del llamado rescate bancario como por el envío de las utilidades bancarias a sus matrices en el exterior (pagadas con impuestos de los mexicanos). El país se quedó sin financiamiento para su desarrollo, a lo cual se agregó la suspensión de las reformas de nueva generación que México necesitaba para alcanzarlo. Durante esos años se canceló el programa social que promovía la organización popular, Solidaridad, y en su lugar se introdujo otro, Progresa-Oportunidades, que privilegió el individualismo posesivo, debilitó la formación democrática y desalentó la participación social. Convirtieron a los pobres en objetos, en lugar de sujetos, de su transformación. Fue así como durante esa década se frenó el proceso reformador del país a favor de la modernización. La economía mexicana enfermó y creció cada vez menos durante los periodos presidenciales que abarca esa década. Este decaimiento económico ocurrió, paradójicamente, cuando la economía internacional registró la expansión más larga en su historia y el país contó con un monto extraordinario de recursos financieros. En ese contexto, México perdió la oportunidad histórica de consolidar su modernización y convertirse en un país más desarrollado. Por eso cundió el desánimo entre la mayoría de los mexicanos, más de medio millón decidieron emigrar cada año a Estados Unidos. Una emigración de esa magnitud en tiempos de paz reflejó un rompimiento interno de los lazos familiares y sociales largamente anudados; es decir, la salida de millones de mexicanos fue no sólo un terrible fenómeno económico, sino también una debacle moral y derivó en un veredicto muy adverso para el neoliberalismo. Además, tanto los neoliberales como los populistas destruyeron estructuras económicas y sociales cuya edificación había requerido mucho esfuerzo, para construir totalmente de nuevo, "como si no tuviéramos pasado". Un pequeño grupo actuó en nombre de un mejor futuro, pero dejó a la sociedad mexicana desalentada, sin horizonte de progreso justo y soberano, y muy dividida. El pueblo pagó las consecuencias de estas alternativas fallidas. Durante esa década predominó el desánimo social y, ante la falta de ese horizonte, por la pérdida de la gran oportunidad de salir del subdesarrollo, aumentó el desencanto entre los adultos y jóvenes. Conviene reiterar que, como se ha escrito con razón, uno de los efectos más terribles de la crisis iniciada en 1995 fue la pérdida de los resultados más alentadores alcanzados por la primera generación de reformas del inicio de los noventa. Entre esos resultados destacó ...reanimar una fe pública y orgullosa en que los mexicanos podían hacer que su trabajo y su valía fueran consistentes y duraderos. En las últimas crisis, la pérdida más dolorosa para el país ha sido avergonzarse de esa fe. Hacia una caracterización del neoliberalismo... La esencia del neoliberalismo está en su fundamentalismo de mercado (lo cual, sorprendentemente en México se complementó con el apoyo a los monopolios); asimismo, el neoliberalismo en México consideró que la nación no era más que un mero agregado de individuos, aislados y sin organización, y la soberanía era un asunto del pasado. Abatieron la autodeterminación popular. Los gobiernos neoliberales convirtieron en doctrina el llamado Consenso de Washington. Todo, en el marco de un país postrado social y económicamente, pues en unos cuantos años entregaron el sistema de pagos, duplicaron la deuda pública y lo contaminaron de la enfermedad holandesa. Los neoliberales hicieron depender todo de la acción individual y privada, del individualismo posesivo: sólo se trabaja para sí y el individuo desea más de los demás. Consideraron el mundo un mero campo para la actividad de compradores y vendedores. Ninguna sociedad representaba otra cosa que un gran mercado. Hicieron énfasis en la democracia formal, pues asumieron los cambios legales como fin último de los procesos democratizadores. De acuerdo con ellos, la democracia emanaba únicamente del individuo. No tuvieron preocupación real por la defensa de los derechos humanos, pues los consideraron un obstáculo para castigar a los delincuentes. La convicción neoliberal, adversa a la soberanía popular, ha estado dominada por la creencia de que sólo la eficiencia económica de individuos aislados puede promover el crecimiento y reducir la pobreza. En lugar de referirse a la racionalidad económica, antepone su fundamentalismo del mercado. No hay espacio para políticas sociales que alienten la organización popular, el empadronamiento de los pobres. Así, el neoliberalismo destruye el capital social mediante la centralización y la dádiva individual de sus programas, y el rompimiento de las organizaciones sociales. En realidad ha sido el clientelismo de la tecnocracia. Al centralizar, caen en la paradoja de recurrir al Estado que parecían rechazar con su dogma del mercado. Finalmente, al llegar al gobierno en realidad daban a la acción estatal un papel medular. A pesar de ello, resultaron incompetentes, pues cayeron en los índices de eficacia gubernamental. Entre los neoliberales el mercado representó la realidad absoluta. La sociedad fue considerada un complejo de mercados: los mecanismos del mercado bastaban para resolver el reto de la justicia y, en última instancia, la injusticia se resolvía por sí sola. Para los neoliberales, el crecimiento económico fue una meta privada. En lo social, promovieron el asistencialismo: el apoyo individualizado, focalizador, impuesto desde la autoridad para debilitar la organización popular. En las zonas donde resultó más evidente la inequidad, como las rurales, promovieron métodos individualistas de producción. En general, alentaron el voluntarismo y la creación de asociaciones sin objetos expresamente sociales. El resultado final fue el egoísmo y la soledad. En el neoliberalismo no hubo nada que modificara los métodos tradicionales de ejercer el poder desde un Estado centralizado; pero aún, en particular amplificó el control del Estado sobre individuos aislados, como si las decisiones económicas se dieran en un vacío político, sin confrontación de intereses y sin un marco de complejas circunstancias internacionales. ...y del populismo autoritario Frente al neoliberalismo que gobernó durante más de una década se promovió una alternativa fundada en la tradición mexicana que consideraba la acción dominante y omnipresente del Estado como la única opción que permitía alcanzar los propósitos nacionales. El Estado como el gran instrumento de la trasformación social. Quienes impulsaron esta alternativa privilegiaron al Estado como el gran propietario de la economía, dispensador de servicios, supuesto árbitro entre capital y el trabajo, sustituto de la sociedad organizada. Postularon un capitalismo de Estado que en realidad es capitalismo subsidiado por el Estado. Fue una alternativa que fundó su tesis y acción en hacer depender a la sociedad en el Estado, y otra vez ofreció prosperidad sin esfuerzo, a partir de generalidades carentes de sustento. Para ellos el pueblo es una masa disponible sin capacidad para conducir organizadamente su destino. Confundieron lo social con lo estatal y los derechos sociales con los deberes del Estado y culminaron con la tutela sobre las organizaciones populares, a las que hicieron depender del subsidio estatal. Convirtieron el ideario de las varias revoluciones mexicanas en una camisa de fuerza marcada por el estatismo, el corporativismo, el proteccionismo y el control vertical sobre los movimientos populares. Es un nacionalismo estatificador. La lógica tras esta doctrina ha sido el control y la desconfianza. Se trató del populismo autoritario, ejercido desde el Gobierno de la Ciudad de México entre 2000 y 2006. Fue una alternativa que ya tenía antecedentes de gobierno: en México, en la década de 1970; en América Latina, durante la segunda mitad del siglo XX. Es el tipo de populismo que, con sus programas sociales clientelares, su debilitamiento de las organizaciones populares, sus obras de relumbrón sin sustento financiero transparente, sin rendición de cuentas, debilita a su vez a las instituciones y al Estado de derecho, y pretende perpetuarse en el poder. Burocratizaron las fuerzas populares de reforma. Es en realidad el clientelismo de la burocracia. También incurre en paradojas, como el privilegiar circunstancias de mercado y grupos empresariales afines a él, junto con la omnipresencia del Estado. En realidad, no ofrece un gobierno nuevo, pues sus principales miembros ya gobernaron desde el Partido Revolucionario Institucional (PRI) vinculado con la nomenklatura. Tampoco es una repetición de la historia, a menos que antes fuera tragedia y ahora terminara en comedia. Pero sus repercusiones son tan adversas que se ha vuelto un dique para el desarrollo soberano y popular del país. Este populismo mexicano ha sido la restauración de un viejo PRI. Por eso recurre a procedimientos, intolerancias y manipulaciones del pasado, que la nomenklatura mexicana convirtió en obstáculo para nuestro desarrollo. Esos procedimientos presentaban como cualidad nacionalista la supuesta protección estatal, que en realidad era discrecional, tutelar, centralizadora y autoritaria. Expropiaron progresivamente la libertad individual al convertir las organizaciones y demandas sociales en asunto del Estado. Su tolerancia consistió en considerar que todo el que no estaba de acuerdo con ellos era su enemigo y que ellos eran los únicos acertados; su manipulación, en querer identificar la lucha de la nación con su doctrina: todo el que no aceptara sin discusión esa doctrina era presentado como opositor al país. Han promovido la polarización al interior de su partido y a lo largo de la nación. Por eso se trata de una vuelta al pasado que incluye las peores prácticas de ese modelo anquilosado. Y al promover el debilitamiento de las instituciones y el desprecio al Estado de derecho, así como al evitar la rendición de cuentas, ese populismo resultó autoritario. Neoliberalismo y populismo: de un programa por el pueblo a un programa para la gente. El neoliberalismo colocó al individuo aislado dentro del mercado; el populismo colocó al ciudadano como menor de edad, dependiente del Estado: uno y otro agruparon a los individuos como "la gente". El rasgo social más costoso de los neoliberales y los populistas ha sido la sustitución del "pueblo" por la "gente". No sólo se ha tratado de una diferencia semántica, aunque en los discursos de unos y otros ya no hubo "pueblo", sino sólo "gente": en realidad esta sustitución ha significado un grito radical en la concepción y el destino del desarrollo nacional. Los neoliberales consideran que los habitantes del país son "la gente", es decir, una suma de individuos en una colectividad imaginaria, en la que aquéllos entran y salen. Para el neoliberalismo se trata de seres aislados que no se conocen ni están organizados. No hay solidaridad entre esos individuos, y sus opiniones son meras expresiones al azar. Por eso los neoliberales cancelaron los programas sociales que fortalecían al pueblo organizado y en su lugar promovieron los que, en el marco de su fundamentalismo del mercado, encumbraran a esa "gente" aislada, sin solidaridad. Impiden la transformación de individuos en ciudadanos. Si para los neoliberales la gente es una abstracción, conviene reiterar que para la alternativa populista son masas disponibles. El populismo autoritario abate las redes de solidaridad a partir de la imposición de controles verticales de autoridad y de la práctica del clientelismo mediante las organizaciones sociales controladas desde el gobierno, lo cual refuerza la dependencia en el Estado. Al final, en lugar de pretender representar y hablar por el pueblo, su dirigente actúa como si él fuera "el pueblo". El populismo y el neoliberalismo tienen el mismo propósito: destruir la capital social, es decir, cancelar la participación popular organizada que deriva en las redes de relación, corresponsabilidad y solidaridad al interior de las comunidades, propósito que, asimismo, contribuyó a debilitar la fortaleza soberana de la nación. Mediante sus clientelismos, ambas alternativas debilitan la formación cívica de los ciudadanos, y así promueven una democracia disminuida. Frente a las concepciones neoliberales y populistas se levanta el pueblo. Es la misma gente, pero, como personas que se conocen implícitamente, hay solidaridad entre ellos, Si bien es cierto que en otra época se abusó del término pueblo, en su sentido auténtico es algo muy serio: quienes conforman el pueblo tienen valores similares, comparten un propósito, una misión. Su identificación no es producto del azar, sino del resultado de una larga lucha en común. Estructura de la obra El libro lleva por título La "década perdida" y en el subtítulo la referencia al neoliberalismo y al populismo en México entre 1995 y 2006. El lector podría reclamar que se trata de un periodo que supera los 10 años. Pero el término década ha sido utilizado por diversos medios nacionales e internacionales para referirse a este periodo como un decenio perdido (por eso está entrecomillado). Según se documenta al inicio de la obra, valga una licencia literaria para ayudar a la conceptualización de la época en cuestión. El trabajo pretende ser más un relato que un análisis. Preferí que el lector derive sus propias conclusiones de los documentos y textos citados. Ellos hablan por sí mismos. Dos partes componen la obra: la 1, dedicada a reseñar los abusos del mercado cometidos durante el periodo neoliberal; la 2, los abusos desde el Estado en que ha incurrido la versión mexicana del populismo autoritario. Al final hay una reflexión a manera de epílogo. La parte 1 abarca los abusos desde el mercado bajo el neoliberalismo. En ella se precisa que, contrario al estereotipo que se ha divulgado, en realidad el dogma neoliberal se introdujo en México a partir de 1995, cuando convirtieron en doctrina las medidas del Consenso de Washington (capítulo 1). Se documenta la crisis de 1995-1996 -la más severa desde la Revolución de 1910- y la explosión en la migración que provocó, el estancamiento económico al que esa alternativa llevó al país, la enfermedad que contagió a la economía y la imposibilidad de crecer a tasas como las de otras naciones similares a la nuestra, todo lo cual ocurrió (conviene insistir) durante la expansión económica más larga que ha vivido la economía internacional (capítulo 2). A partir de las reformas introducidas al final de los ochenta e inicio de los noventa, con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), México tuvo la oportunidad de convertirse en un país más desarrollado, con el control nacional sobre dos áreas fundamentales: los energéticos para su crecimiento y el financiamiento de su desarrollo. Un México fuerte y soberano siempre será un mejor socio comercial de Estados Unidos, y con capacidad para generar las oportunidades de progreso que requiere nuestra población. Esto fue en gran parte lo que se perdió durante esa década. También fue una década perdida en lo social (capítulo 3), sobre todo por la incapacidad para reducir el número de pobres y la concentración del ingreso. Lo fue, asimismo, por la introducción de un programa (Progresa Oportunidades) que abandonó la organización popular y en su lugar promovió el individualismo posesivo. Se convirtió en el clientelismo de la tecnocracia. Este programa significó un grave retroceso en el fortalecimiento de la participación organizada y la formación cívica de los ciudadanos. Los documentos oficiales confirman que, de la misma manera, fue una década perdida tanto en el combate a las desigualdades en el campo como por el deterioro de la calidad del sistema educativo. Su corolario fue el debilitamiento de la autodeterminación popular. La década estuvo marcada por el viraje histórico de 1995-1998. Al cancelar el programa social a favor de la organización popular, entregar el sistema de pagos del país, debilitar a Petróleos Mexicanos (Pemex) y atrofiar las finanzas públicas (al duplicar la deuda nacional en unos cuantos años), abatieron la soberanía nacional (capítulo 4). A pesar del discurso oficial, los resultados de las evaluaciones independientes y las encuestas confirmaron que durante esa década también hubo un deterioro en las instituciones y la vida democrática. Este retroceso neoliberal culminó con el atropello al régimen de libertades y el debilitamiento del Estado de derecho (capítulo 5). Su repercusión para amplias capas de la población, y también en el ámbito personal, se muestra mediante los documentos que detallan el uso de las procuradurías con agendas políticas, y su consecuente deterioro institucional. El corolario fue la explosión del narcotráfico, y la pérdida de la seguridad y la paz en territorios de muchas comunidades a manos de los cárteles. Ante el desencanto nacional provocado por la década perdida neoliberal, la parte 2 reseña los abusos desde el Estado bajo la alternativa que se presentó en el Gobierno de la Ciudad de México entre 2000 y 2006. Frente a las pretensiones de considerarla como una opción de izquierda, su análisis inicia (capítulo 6) con un relato sobre los movimientos populistas revolucionarios en Rusia y las experiencias de Estados Unidos en esa corriente durante el siglo XIX, así como el surgimiento del populismo radical de derecha en Europa al final del siglo XX; concluye con una tipología del populismo en América Latina, como preámbulo a lo acontecido en la capital de la República. Se documenta el comportamiento específico del populismo que, a partir de 2000 y en el Gobierno de la Ciudad de México, practicaron desde el poder y no como alternativa que desde la oposición busca alcanzar ese poder (capítulo 7). Sus prácticas muestran a un gobierno alejado del populismo revolucionario, así como de las luchas populares ocurridas en México al inicio del siglo XX. En realidad, estamos ante un populismo autoritario, similar a las expresiones más retrasadas de la región latinoamericana. La pretensión de esta alternativa es ser considerada de izquierda, sin embargo sus acciones la ubican en otra posición (capítulo 8). El saldo del populismo autoritario mexicano fue desfavorable para el avance democrático y el progreso popular: no pudo construir una alternativa moderna de izquierda. Se consolidó el clientelismo de la burocracia, en el marco del debilitamiento institucional y su convocatoria a la polarización social. Por último, el epílogo concluye con el resultado de esta década perdida en términos de una democracia disminuida. Los fundamentalistas del mercado y el populismo estatista llevaron a debilitar la democracia y coincidieron en recurrir al Estado para sus abusos. Se pone de manifiesto el ocultamiento del retroceso institucional, económico, social, judicial y educativo, así como la fabricación de chivos expiatorios que, para distraer y confundir a la opinión pública, fueron planeados por estas dos alternativas. El corolario inevitable es la necesidad de construir una alternativa de auténtico progreso popular ante un mundo plagado de riesgos, incertidumbres y ansiedades, como el que enfrenta nuestro país. El revés del neoliberalismo y el populismo ocurrió a pesar del trabajo dedicado de miles de mexicanos Al sintetizar el quehacer gubernamental dentro del neoliberalismo y el populismo autoritario durante esta década, sería injusto pretender ubicar en esas dos alternativas la labor dedicada de tantos mexicanos que trabajaron en esos gobiernos, pero que no comparten propuestas tan dañinas para el país, así como la de aquellos que participaron dentro de los partidos políticos y la sociedad civil organizada. Las deficiencias del neoliberalismo ocurrieron a pesar del trabajo comprometido de funcionarios y servidores públicos en el gobierno federal durante las administraciones que abarcó. La dirección política de esos dos gobiernos llevó al país hacia el neoliberalismo, no obstante, el esfuerzo tanto de modestos servidores públicos como de directores de paraestatales y miembros del gabinete, trabajadores y dirigentes sindicales, líderes sociales, así como de reformadores dentro del PRI y del Partido Acción Nacional (PAN). En la Ciudad de México la dirigencia en el gobierno impuso la alternativa populista autoritaria a partir de finales del año 2000. Sin embargo, dentro del Partido de la Revolución Democrática (PRD) se han distinguido dirigentes y militantes comprometidos con una verdadera alternativa progresista. Ellos sostienen principios de soberanía, justicia, libertad y democracia. Promueven el respeto al Estado de derecho y el fortalecimiento de la vía institucional. Han trabajado en la lucha popular, y alentado la participación en organizaciones autónomas. Están comprometidos con la nación. Por eso, los problemas y las deficiencias de quien encabezó la Jefatura del Gobierno en la capital durante esos años no deben generalizarse al partido que lo llevó al poder. Reconocimientos Como en mi obra anterior, reconozco, en primer lugar, a mi esposa y compañera, Ana Paula Gerard, por su lealtad solidaria y su fina inteligencia. En particular, por sus observaciones cuidadosas a partes delicadas de este trabajo. A mis hijos Ceci, Emiliano y Juan Cristóbal, quienes realizaron una lectura exigente de diversas partes del manuscrito. Nuevamente espero que Ana Emilia Margarita y Patricio Jerónimo encuentren en estas páginas una explicación complementaria de lo acontecido durante la primera década de su vida. Y en especial para Mateo, porque su llegada es una responsabilidad bienvenida y una oportunidad agradecida. Entre mis hermanos, Adriana revisó partes del manuscrito, y sus comentarios y sensibilidad fueron importantes para mejorarlo. Raúl compartió su dramática experiencia para el capítulo 5, sobre las fabricaciones y abusos que padeció a lo largo de sus procesos. Sergio realizó señalamientos precisos sobre partes del contenido. Todos conservamos el privilegio de contar además con la opinión cuidadosa de varios amigos que fueron lectores comprometidos, y por quienes guardo especial aprecio. Como toda obra, la responsabilidad sobre los errores incurridos y las deficiencias expresadas son exclusivamente del autor. Mi agente literario, Carmen Balcells, mantuvo su estímulo generoso y exigente a lo largo de los años que requirió la preparación de la obra. Fue una entusiasta promotora de su conclusión. En México, Cristóbal Pera, de Random House Mondador, fue aliento permanente para llevarla a la luz pública. En particular aprecio la revisión crítica y analítica de Ariel Rosales. Durante la redacción de la obra, laboré casi ocho años en la Ciudad de México y también en centros académicos de Estados Unidos y Europa; en particular recurrí a los impresionantes archivos de la British Library para consultar muchos de los documentos en los que se basa esta investigación. Agradezco la generosidad de esa gran institución, además de la concentración que permite el silencio en sus amplios salones de lectura. En cierto sentido, esta obra es la continuación de la anterior, "México: un paso difícil a la modernidad". Ese libro fue una rendición de cuentas sobre el pasado, pues abarca mi responsabilidad en la Presidencia de la República, escrito no como un ensayo para ganar apoyos o adeptos en el presente, sino como "una posesión para el tiempo". Ahora escribo sobre la actualidad que es pasado reciente, con mayor cercanía en el tiempo sobre los hechos, pero sin haber participado en ellos. Mi propósito es aportar a la batalla de las ideas un diagnóstico diferente sobre la realidad actual, para contribuir a una mejor comprensión de nuestra circunstancia, así como de las oportunidades y los riesgos del futuro. Éste es un trabajo que en diversos pasajes requiere lectura exigente para comprender por qué las alternativas neoliberal y populista autoritaria provocaron una década perdida para el desarrollo nacional. El desenlace, tan adverso, se vuelve un reclamo dentro de la batalla de las ideas para dejar atrás la trivialización del debate y la polarización social, y proponer una alternativa de progreso popular que reforme el gran viaje histórico de esta década y retome la modernización mexicana, soberana y popular. Ése será, sin duda, el tema de un trabajo próximo a favor de las mejores causa de la nación. México, primavera de 2008. Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo ESTA NOTA PUEDES ENCONTRARLA EN: http://www.reforma.com/nacional/articulo/878668 Fecha de publicación: 03-May-2008 |
Dentro de los agradecimientos, faltó citar al perro.., pero como el perro es parte de la comunidad humana INTELIGENTE, declinó leer el libro, a pesar de que le prometían un hermoso hueso.
Durante el sexenio de Carlos Salinas, en Guadalajara, Jalisco, la gente padeció una enorme explosión que destrozó sus viviendas. Pues bien hace unos días se documentó en los medios, que la gente sigue esperando la ayuda que por obligación debería entregar el Estado, porque las alcantarillas contenían gasolina, por los ductos de Pemex gastados. Han pasado 2 sexenios, y la gente sigue esperando la tan cacareada SOLO-DAR Y DAR, que como herencia maldita, también nos endilgó Salinas, y su perversidad.
Hace algunos años me contó un amigo que laboraba en una aerolínea privada -casualmente las que decían eran de Carlos Ahumada-, que le tocó trasladar a Carlos Salinas, en uno de sus viajes a Cuba, país en el cual también construía una casa. Los materiales para la casa, se los llevó desde México y eran parte de la carga de aquel vuelo que "fletaba". Otro amigo que labora en los medios me comentó, que durante el sexenio de Salinas, se entregaban cheques millonarios para algunos conductores de los medios, y con ello, lograr que su imágen fuera la deseada. Me decía "no sabes qué asco sentía, cuando en un helicóptero le entregan un cheque a un conductor. Al conductor, la cantidad le parecía poca, y lo rompió. Enseguida le elaboraron uno más, ahora con la cantidad en blanco, para que él lo pudiera llenar a su entera satisfacción".
Su prima hermana, Adriana, buena amiga mía, lamentaba que durante todo su sexenio, los olvidó, y procuró recordarlos, cuando su hermano Carlos se encontraba en la prisión...
Me parece que el tiempo para que nos rindiera cuentas, expiró
Ahora esperemos que Bush deje pasar algunos años, para que escriba que con respecto a la recesión que veremos en Estados Unidos, es culpa del llegue a gobernar.
Que se escuche bien y que se escuche FUERTE
Y, sin embargo, se mueve...
Laura Tena
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