SOBREAVISO
René Delgado
17 May. 08
A lo mejor es el nuevo estilo, pero a veces parece más bien un manifiesto desinterés por gobernar.
La imagen del gobierno ha ido cambiando en el año y medio que lleva la administración. La imagen de sobriedad y mesura, conforme pasan los días, comienza a trastocarse en una de indiferencia o desinterés.
Muestras de ese tipo tuvieron registro estos días en los que, de pronto, queda duda sobre el estilo o el interés gubernamental por la reforma petrolera, por el respeto a los derechos humanos y la ética pública de los funcionarios del gobierno.
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El martes pasado, un acto de desdén político tuvo registro: el protagonista, Germán Martínez.
El dirigente panista acudió al foro del Senado de la República donde tiene lugar el debate en torno a la reforma petrolera que propone su jefe, el presidente de la República. Sin embargo, a Germán Martínez no le pareció oportuno dedicarle mucho tiempo al asunto ni centrar su discurso en la justificación política de la iniciativa presidencial.
El dirigente dejó con el ojo cuadrado a más de uno. Fue al foro a llevar la postura del partido en el gobierno pero consideró que, en vez de eso, más valía aporrear con su oratoria a Andrés Manuel López Obrador. No dijo por qué sí la reforma, dijo por qué no López Obrador. Leyó su documento y, luego, eludió el debate: se fue sin más, rindiendo la plaza. ¿Así se defiende lo que se quiere presentar como el principal proyecto del sexenio?
Importaba escuchar a Germán Martínez porque, hasta ahora, la reforma petrolera carece de un escudero político. La secretaria Georgina Kessel ha mostrado, hasta la saciedad, el límite de su destreza técnica y política, y estando inhabilitado (no oficialmente, desde luego) el secretario Juan Camilo Mouriño, la voz del dirigente partidista era importante... aunque no lo fue.
Con su desdén por el debate y la argumentación política, Germán Martínez convalidó un absurdo: hay puntos donde el lopezobradorismo y el calderonismo se complementan. La primera parte del discurso de Germán Martínez no tuvo por objeto fijar la postura de esa fuerza, sino descalificar la del lopezobradorismo; la segunda parte reiteró lo dicho por el gobierno: la reforma petrolera se traducirá en más escuelas, más infraestructura, más drenaje, más hospitales... Así de pobre el argumento y la defensa de la reforma.
El remate de su actuación, retirarse del foro sin participar del debate, plantea una disyuntiva: o no hay verdadero interés por sacar adelante esa reforma y se da por perdida la iniciativa, o bien, la intención es sacarla como se pueda, pero no en público. ¿De qué se trata: desdén por el debate público o manifiesto desinterés por la reforma?
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En ese mismo rubro llama la atención otra vertiente del problema: el inmovilismo oficial para emprender acciones no legislativas en favor de una mayor eficiencia en la industria petrolera.
La lógica con que se está llevando la reforma petrolera es simple: si la iniciativa presidencial sobre Petróleos Mexicanos no la aprueba el Congreso, nada se podrá hacer en esa industria. En verdad, ¿ésa es la idea? A lo mejor ésa es la estrategia y, si es así, deja mucho que desear. La pretendida decisión gubernamental de operar cambios en la industria se limita al envío de la iniciativa que, por lo demás, no tiene el amparo y la defensa necesaria.
En esa estrategia, el gobierno, las fracciones parlamentarias y el partido albiazul actúan de manera desarticulada y, si el lanzamiento de esa iniciativa se hizo entre dudas y titubeos, su defensa ni siquiera atina a saber dónde está el frente. Si, en verdad, el proyecto de reforma va en serio, el gobierno tendría que mandar señales claras de su decisión.
Ejemplo de ello, el silencio oficial frente a las críticas por no establecer claramente la relación con el sindicato petrolero en el marco de la pretendida reforma. Ese silencio es cada vez más profundo. Se argumenta que esa relación no aparece en los postulados de la reforma porque se aborda en el contrato de trabajo pero, en el fondo, nada infundada es la sospecha de no querer tocar ni con el pétalo de un pronunciamiento al sindicato. Y es que, en la lógica oficial, Carlos Romero Deschamps es el principal aliado de la reforma. Pero ni quién se imagine al magnate sindical buceando en aguas profundas con el gobierno sin reclamar su parte del tesoro.
En vez de enviar señales de la decisión de emprender esa reforma, el gobierno juega a lanzar múltiples bolas que, a la postre, distraen la atención y dispersan el esfuerzo. Un día es la reforma petrolera; otro, el diálogo con la guerrilla; el siguiente, la educación; uno más, la idea de "Vivir Mejor", y el siguiente, el combate al crimen organizado con una estrategia que no da más de sí y, entonces, todas esas iniciativas y ninguna son lo mismo.
¿Qué está ocurriendo, ese proceder marca el estilo del sexenio o el desinterés por lo que está sucediendo?
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A la par de esos acontecimientos, el desinterés por el respeto a los derechos humanos y la conducta ética de los funcionarios públicos parece ya una política pública.
Al descaro del subprocurador Juan de Dios Castro de señalar como "enemiga del Estado" a Aleida Calleja, una reconocida activista en favor de las radios comunitarias, se agregan más y más muestras de indiferencia frente a los derechos humanos. Aquel error del presidente Felipe Calderón de diagnosticar la muerte de Ernestina Ascensio, aquella mujer de Zongolica presumiblemente violada por militares, a causa de una gastritis crónica, al parecer marcó la postura oficial frente al cuidado de los derechos humanos.
De más en más se advierte un desinterés por esa materia y, ahora, se señala que la precipitada salida del representante del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas en México, Amérigo Incalcaterra, fue producto de presiones gubernamentales. Sin embargo, no hay un funcionario que aclare el asunto.
Lo cierto es que el número de visitas de organismos internacionales, oficiales y civiles, interesados por la situación de los derechos humanos va en ascenso pero el asunto no conmueve al gobierno. Se muestra indiferente frente al suceso.
¿Quién lleva esa política?
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Junto con eso, cada vez es más notorio una suerte de nepotismo panista donde los únicos impedidos para disfrutar de puestos o beneficiarse de negocios con el gobierno son los parientes del jefe del Ejecutivo.
Fuera de esos parientes, los nombres de familiares de funcionarios afloran de más en más en éste o aquel otro puesto público o aparecen como beneficiarios de negocios hechos con el gobierno o como parte de los nuevos cacicazgos políticos albiazules. En esa nueva moral, el límite y horizonte de la ética pública lo marca la la ley: si no se viola ésta o nadie se da cuenta de la violación, es ético hacer lo que se haga y, en respaldo de ello, hasta certificados de exoneración o indulgencias se expiden.
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¿De qué se trata? Es el nuevo estilo de gobernar o, sencillamente, hay desinterés en gobernar.
Correo electrónico: sobreaviso@latinmail.com
http://www.reforma.com/editoriales/nacional/442/882687/default.shtm
Expresando ideas de cómo leo la política, esperando generar reflexiones, para poder crear, una convivencia más humana, entre todo actor social. Una nación conformada por SUJETOS, podrá remar de manera más sencilla, al puerto donde la igualdad y la justicia social, sean una realidad, y no promesas como parte de discursos, que se re-estrenan, cada temporada electoral.
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