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domingo, agosto 27, 2006

LEGITIMAR LA POLÍTICA

Hoy, comparto en éste espacio una entrevista que señala una serie de errores que se han venido cometiendo, y que en algunos de mis escritos previos, también he comentado.

La lección que hoy tenemos del México que lucha por un sistema realmente democrático, no tuvo su mejor lección, con las campañas de encono y lodo, como tampoco la está obteniendo, de las discusiones que en éste tiempo se están llevando, para instalar el nuevo Congreso .

Sí en verdad se comulga con la ardua labor que será el lograr Legitimar la Política, se deberá colocar en primer lugar, y entre todas las fuerzas políticas cómo realizaremos el CAMBIO, quién se beneficiará en un futuro inmediato y quién podrá salir perdedor.

Mucho se comenta que ya "comulgan" con la Reforma del Estado, y el problema será definir cómo lograrlo para que la democracia no esté centrada únicamente a través de figuras de poder, partidos políticos, sindicatos, porque en democracia la VOZ e iniciativas del pueblo también deben contar, así como la rendición de cuentas que todo actor público deba de dar, entre tantos temas por abordar.

Laura Tena

Entrevista / Stewart R. Clegg / Legitimar a la política

El especialista formula recomendaciones al PRD y al PAN para legitimar y reivindicar a la política, así como para darle perspectiva al poder Eduardo Robledo Rincón Experto en administración del poder

Stewart R. Clegg recomienda al PRD ser extremadamente cuidadoso en sus decisiones y no apostar su capital en una sola y muy riesgosa apuesta. Al PAN le sugiere alejarse de la confrontación y construir mejores ofertas políticas. Y es que, en opinión del académico, la democracia es "una subasta de propuestas".En entrevista exclusiva, Clegg advierte también que si bien el PRI "se volvió institucionalmente corrupto", su ausencia dejó una cultura de duda sobre la probidad y honestidad de las instituciones. En tal virtud, considera un desafío reponer legitimidad y credibilidad en esas instituciones. ¿Cuál es el tópico central en el estudio del concepto del poder y las consecuencias del poder en democracias recién consolidadas en América Latina y, específicamente, en México?

El tema crucial en México es uno de legitimidad en la relación con el poder. Cualquier partido o grupo que gobierna una nación por un largo tiempo, por décadas, inevitablemente se vuelve institucionalmente corrupto. Ése fue el dilema del PRI, dicho partido se volvió institucionalmente corrupto y si bien su derrota en el 2000 puede verse como un aspecto positivo para el desarrollo democrático mexicano, lo cierto es que su ausencia deja una cultura de duda sobre la probidad y honestidad de todas las instituciones mexicanas, desde la electoral hasta la judicial, sin una estructura de poder que ahora pueda manejar esa desconfianza ciudadana.

En escenarios así, es normal desafiar la legitimidad de las instituciones y no confiar en su desempeño neutral y ello es muy peligroso. ¿Podría ilustrar ese desafío a la legitimidad? Por ejemplo, si estuviese asesorando al partido que reclama haber ganado la elección, el PRD, le diría que fuese extremadamente cuidadoso con las decisiones que toma, porque siempre será mejor estar en el escenario de competencia real por el poder de manera permanente y en el largo plazo, antes que agotar todo capital político en una sola y muy riesgosa apuesta.

Si ese partido decide hoy desafiar y destruir la legitimidad institucional puede autoexcluirse de un rol muy importante en el futuro desarrollo democrático. Sugeriría no apostar a destruir la legitimidad del entramado democrático hoy y, por el contrario, sí apostar a desarrollar mejores y más creíbles políticas públicas que hagan más atractiva la oferta del PRD de forma tal que, en la próxima elección, el electorado vote a favor de ese partido de forma tan amplia que la manifestación de apoyo electoral sea imposible de distorsionar, a pesar de que pudiera existir evidencia de anomalías en el proceso.

Y si me preguntase la otra parte en este conflicto, el PAN, le diría exactamente lo mismo, en lugar de la confrontación o campañas negativas o de descalificación, es necesario construir mejores ofertas de política y de gobierno que te permitan ganar con ventaja más amplia. Porque al final la democracia es una subasta de propuestas, donde la ciudadanía cree en las instituciones para respetar la decisión ciudadana y en la capacidad de los partidos para cumplir sus promesas.


Si un partido construye ofertas creíbles y claramente identificables podrá ganar esa subasta de forma incontrovertible. ¿Cómo salir de ese círculo de crisis de legitimidad que usted identifica como el mayor obstáculo para la democracia mexicana? Es mi percepción que en México las dudas y desafíos a la legitimidad de las instituciones se derivan de una ciudadanía que, producto de años de poca transparencia y baja rendición de cuentas del poder, percibe hoy a la arena política con mucho cinismo. A esto se suma la percepción de políticos que se conducen con enorme hipocresía pública con respecto a las negociaciones que hacen en privado. Es urgente construir agendas de política pública que sean más robustas y claramente distinguibles para la ciudadanía.

En este rubro, un gran dilema son las coaliciones de conveniencia que vemos surgir en México, sobre todo en elecciones a nivel estatal. El hecho que de pronto PRI y PAN estén coaligados y luego sean PAN y PRD y todas las otras combinaciones posibles, puede generar ganancias políticas en el corto plazo, pero en el largo plazo es dañino para el partido y para la democracia.

Se genera confusión sobre lo que un partido persigue y el tipo de intereses y objetivos que representa. ¿Es muy alto el costo de esta confusión en el proyecto de poder que un partido representa o puede hacer viable? Al final, construir un partido es construir una marca política, una marca que ofrece ciertos principios y programas de gobierno. Si un partido es una marca, es importante evitar ensuciar esa marca o manejarla de forma caprichosa. Sony es una marca internacional y sabemos qué esperar de ella, sabemos lo que representa y no la vemos confundirse con otras marcas en el mercado que puedan ofrecer distintas calidades o promesas de servicio. Si los partidos renuncian a construir identidades de largo plazo, veremos una política cada vez más cínica y con mayores dudas sobre la integridad de las negociaciones políticas y la operación cotidiana de las instituciones.

Un partido es una marca que estará aquí en el largo plazo, de ahí la necesidad de respetar, desarrollar y promover una identidad consistente que gane la credibilidad de la gente. En su análisis del poder, usted habla constantemente sobre el papel de las élites como un factor crítico para que el poder opere adecuadamente en una sociedad. ¿Qué opinión tiene para Latinoamérica en este tema? El mayor desafío en ese sentido es la existencia de políticos extremadamente oportunistas. Políticos que hoy compiten por un partido y mañana por otro, y partidos que permiten esa migración política permanente. Esto sólo descompone la credibilidad de la ciudadanía en las instituciones de poder: se vuelve obvio que los partidos y sus actores no defienden nada y que la disputa por el poder es sólo eso, una disputa por el poder.En el largo plazo es esencial que haya consistencia en el comportamiento político de los actores. Si seguimos viendo ese tránsito de políticos de un partido a otro y a los partidos participando en alianzas inmediatistas, en México podemos presenciar un cuestionamiento crónico de la legitimidad de las instituciones.

De hecho, un problema en México y Latinoamérica es la ausencia de una verdadera cultura política entre los políticos. Se viene de un escenario donde todo era negociable a puerta cerrada, pero ahora que la democracia ha abierto la puerta de los cuartos donde se hacía la operación política y las élites siguen sin ser consistentes en los proyectos que defienden, una consecuencia lógica es que la disputa por el poder parezca totalmente cínica.

Para la ciudadanía la política se vuelve un juego entre "grandes jefes", una danza de elefantes, pero cuando los elefantes bailan los ratones son aplastados y, la mayor parte de la gente empieza a sentir que el juego político puede aplastar sus aspiraciones y anhelos.

¿Qué pasa con la relación entre poder y cambio, sobre todo cuando en México desde el 2000 se habló del cambio como la nueva prioridad nacional? La política democrática es saber señalar prioridades, desarrollar agendas de gobierno y programas concretos alrededor de esas prioridades y, sobre todo, estar listo para negociar y establecer compromisos para que esas políticas puedan instrumentarse.

En México el gran dilema y vaciamiento del concepto del cambio se deriva del hecho de que no ha habido una definición sobre los objetivos prioritarios de la sociedad. No se sabe qué se quiere ni en qué orden se quiere atender: es la prioridad tener más niños en las escuelas o lo es reducir la pobreza, lo es eliminar la economía informal o dar mejores servicios de salud, es prioritario tener mejor infraestructura o lo es combatir la corrupción.

Urge hacer una definición estratégica de las prioridades, comunicar a la población esas prioridades y pedir ser juzgado sobre los logros en las mismas. Sin definición de metas no habrá resultados que den legitimidad a las instituciones en el largo plazo.

Adicionalmente, en este país pareciera haber un exceso en la retórica del cambio, un discurso del cambio con insuficientes especificaciones sobre qué se debe cambiar, cómo se habrá de cambiar y, lo más importante, una explicación sobre por qué es necesario cambiarlo y cuáles serían los beneficios de ese cambio. Se debe especificar también quiénes serían los ganadores y perdedores en ese cambio. En México el cambio no tiene ni definición ni programa y ello puede contribuir a la erosión de la credibilidad de quienes lo usan como argumento político.


Alguna reflexión final sobre los retos de la legitimidad del poder en México y Latinoamérica.

Un gran dilema a solucionar es cómo rutinizar las expectativas de la arena política, esto es, premiar el desarrollo de proyectos y programas políticos consistentes y de largo plazo.

Segundo, se debe evitar que la competencia política se vuelva un juego de habilidad de marketing y negociación oportunista para ganar la elección, así no se tenga ningún proyecto para después de la misma.

Tercero, y esto es algo muy específico para México, no puede dejar de analizarse la duración del periodo presidencial. Seis años es mucho tiempo si quien está al frente de las instituciones no muestra habilidad para obtener resultados y, ciertamente, es injusto que el político más importante del sistema, por el tema de la no-reelección, jamás sea realmente llamado a cuentas para evaluar si su proyecto de gobierno debe continuar o ser sustituido.

Finalmente, debemos entender que el poder democrático necesita tener programas de gobierno claros que les den a los electores una medida precisa con la cual evaluar a los políticos. Sin ese vínculo el dilema de legitimidad seguirá presente y la capacidad del nuevo poder democrático seguirá en duda.

El autor es presidente de Re: Gerencia del Poder. Conózcalo Stewart R. Clegg es un académico de origen británico, doctor en administración por la Bradford University. Ha desarrollado a lo largo de 30 años una sobresaliente carrera académica en universidades de prestigio internacional. Ha publicado y editado más de 40 libros sobre el poder y sobre estudios organizacionales, temas en los que es referencia obligada. Entre sus publicaciones destacan: Frameworks of Power (1989), Managing and Organizations: an introduction to theory and practice (2005), Power in Organizations (2006). Actualmente dirige el Centro de Investigación en Colaboración Innovativa, Alianzas y Redes en University of Technology Sydney. Se encuentra de visita en México para impartir el Seminario "Organization Theory: Genealogy and Neglected Themes" organizado por el CIDE y la UAM. Copyright © Grupo Reforma Servicio InformativoESTA NOTA PUEDES ENCONTRARLA EN:


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